Hoy, quiero ser honesta con mis lectores. Aianna no es un personaje ficticio, en realidad fue mi gata bella e inteligente que me enseñó a tener responsabilidad, relacionarme con límites saludables y vivir el momento presenté. Cuando empecé a escribir estas historias, la mayoría están basados en hechos reales. Muestran la relación de una sana convivencia, iniciada desde el amor y la comprensión de su naturaleza felina.

¡Aianna sí existió! Te doy gracias hermosa gata que me llenaste de alegría y sabiduría, poniendo consuelo con tus mimos y límites saludables. Pero amigo lector, Aianna se fue el 21 de febrero de este año. Y mi corazón sufre su partida.

Desde entonces ha sido bien difícil lograr escribir sobre ella, lo más difícil es pintarla saber que esos ojitos tristones y de mirada profunda, ya no están ahí. Gracias a mi editora Dra. Carmen Ramos que ha sido mi hombro donde he podido descansar y me ha animado a seguir las historias.
He decidido ser honesta y sí saber que una mascota no sustiye a otra. Aunque Dios quiso que yo tuviera otra gata. La cual le digo Aianna cada vez que la miro para decirla algo y le pido perdón porque ese no es su nombre, sino Missy. Los adultos no saben, a veces, que es tan importante aprender a sanar las pérdidas de nuestros seres amados, enfrentar el dolor y la tristeza. Sólo atravesando las emociones podemos sanar las heridas. Y es eso lo que justamente estoy haciendo cuando decido compartir mi dolor y la diversidad de emociones que he estado atravesando desde que Aianna se fue al cielo de los gatos.

Sólo Dios y la misma Aianna saben lo que atravesé durante esos 12 años que ambas estuvimos juntas. Parte de la aventura de FE, que llevó viviendo poco más de 2 años, fue que ella viniera a vivir conmigo. Hasta el último suspiro estuvo en la confianza de que mamá, hizo lo mejor que pudo siempre.
